miércoles, 18 de noviembre de 2009

más allá de lo creíble

Ahora que mi móvil suena menos que nunca, que mi factura es más baja que nunca, que recibo menos contacto de mi familia y de mis amigos, que los contacto menos, ahora que todo eso sucede al tiempo, es cuando mi contacto es mejor, me nutre y, la paradoja...me siento más acompañado por mí mismo, y por quien quiere acompañarme.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

confluencia

Será que cuando sueño que yo soy yo, y también soy otra persona alternativamente, ¿algo me quiere decir que los límites con esa persona no están claros? Me ha supuesto mucha incomodidad el sueño de anoche, en realidad apenas he tenido un sueño profundo por este motivo.

Yo vivía experiencias que no me resultaban propias y otras que si las reconocía como tales, pero no era yo el que las vivía. Mi amigo y yo, vivíamos la misma vida por turnos.

Recordarlo al levantarme me ha resultado desagradable.

lunes, 9 de noviembre de 2009

mujer con bolso

Su ayuda fue absolutamente imprescindible para lograr recuperar mi bolso de viaje, necesité de su apoyo cuando me percaté de que lo había perdido y que era muy importante recuperarlo. Su presencia a mi lado y su creencia de que lo encontraríamos con toda seguridad fue lo que me impulsó a ir a por él y encontrarlo. De lo contrario, siguiendo mi natural tendencia, hubiese dado por perdido todo antes de empezar.


Me parece recordar que era un día de fiesta, quizá en la Plaza de Lavapiés. Todo era algarabía y lucía un hermoso día de primavera que me invitaba a prolongar un poco más mi tiempo con ella, mi sobrina. Cuando se acercó la hora de partir, descubrí que había perdido mi bolso de viaje. Un bolso plateado donde había guardado mi chaqueta de cuero y algunas cosas más que no recuerdo y que eran importantes.

Me disgusté mucho y me culpé por ser descuidado e irresponsable. Pensé que ya no había posibilidad alguna de recuperar mis cosas. Quizá algún descuidero se habría hecho con ellas. Me entristecí y fue ella, María, quien me dijo: "Venga, vamos rápido a la estación, seguro que está allí y puedes subir al autobús".

Mi cabeza me decía que eso era imposible, nadie que hubiese encontrado mi maleta la hubiese llevado al autobús, justo al que yo debía tomar. No puede ser, es absolutamente imposible. Sin embargo, María me tomó de la mano y empezó a correr arrastrándome y de un brinco saltamos el primer edificio que nos encontramos por el camino. Yo no salía de mi asombro, no imaginé jamás que se pudiera hacer eso y, además, era una experiencia maravillosa.

Así saltamos media ciudad, bricábamos y nos dejábamos caer agarrándonos a las cuerdas con banderas de colores de la fiesta para amortiguar la caída. Y así llegamos a la estación donde dos señores daban vueltas a una suerte de bombo de lotería donde rodaban maletas y bolsos de todos los tamaños y colores. Me acerqué y apenas pregunté por el mío, apareció a mi lado. Me alegré muchísimo, mi sorpresa me tenía sobrecogido. Subí al autobús y me despdí de María.

Lo hice porque nadie me dijo que era imposible. No encontre una manera de hacer una bombilla sino mil de como no hacerla. Thomas Alba Edison

miércoles, 4 de noviembre de 2009

sorpresa

A veces me parece vivir en peligro, como si cualquier desgracia me pudiera acechar y nada haya que yo pueda hacer para zafarme. En grave peligro, en cualquier momento las cosas pueden salir como no quiero, o peor aún, como yo no había pensado. A la vuelta de la esquina me puede encontrar la vida misma, con sus avatares y quién sabe que me llegue el amor, la alegría, así sin previo aviso, sin planificar.

Estuve buscando a Dios durante miles de vidas. Lo ví... a veces muy lejos... Me apuré... cuando hube llegado allí, él se había ido más lejos. Esto siguió y siguió. Pero finalmente llegué a una puerta, y en la puerta había un cartel: `Esta es la casa donde vive Dios`

Por primera vez me preocupé. Me inquieté mucho. Temblando, subí las escaleras. Estaba a punto de golpear la puerta, y súbitamente, en un instante, ví...

Si golpeo la puerta y Dios abre, ¿luego qué? Luego, todo ha terminado: mis viajes, mis peregrinajes, mis grandes aventuras, mi filosofía, mi poesía, todo el anhelo de mi corazón. Todo habrá terminado. ¡Sería un suicidio! Comprendiendo, me quité los zapatos para no hacer ruido al bajar las escaleras. Y desde el momento en que llegué al pie de las escaleras, corrí. Y no he mirado hacia atrás desde entonces. He estado corriendo y corriendo durante miles de años.

Todavía estoy buscando a Dios, aunque sé ahora dónde vive. De modo que todo lo que debo hacer es evitar el lugar, y puedo seguir buscándolo en cualquier otra parte. Pero debo evitar esa casa... esa casa me obsesiona. La recuerdo perfectamente. Si por casualidad entro accidentalmente en esa casa, entonces todo habrá terminado.
Rabindranath Tagore

lunes, 2 de noviembre de 2009

antártico

Fuera del edredón hacía frío y debajo de él, calor. Estaba tumbado boca abajo intentando dormir, alejando de mi pensamiento todo aquello que me desvelase; y de mi corazón, la angustia y la tristeza de esa noche londinense.

Me reclamaste cerca de ti y no pude moverme. Me había helado, endurecido como una roca, casi ni sentía mi cuerpo, ni mi brazo debajo de la almohada con el peso de mi cabeza.

Y me vino a la memoria un sueño que tengo desde que era pequeño en noches de fiebre. Es un sueño estático, nada en él está vivo o se mueve excepto la propia percepción del espacio que recorro con mi pensamiento. Yo estoy a un lado de la imagen, pero no me veo a mí mismo, es mi conciencia de mí lo que está presente. Al otro lado de un plano gris marmóreo hay algo igualmente frío que es imposible aprehender, quizá un objeto, o una idea, algo que nunca llego a saber qué es. Entonces mi percepción del espacio infinito gris, frío y duro se expande desde mi lugar a esa meta inalcanzable, y mientras eso sucede yo –la conciencia de mí- se hace cada vez más pequeña y mi sentir se apaga, se hiela, se endurece.

Jamás llego a saber qué es lo que quiero alcanzar y sí que, por el contrario, experimento con desespero y dolor qué significa la soledad, el frío del corazón y la insignificancia de no ser más que un punto en la infinitud que a nadie importa.

En esa noche no tenía fiebre, pero a mi recuerdo llegó ese sueño, jamás comprendido, con fuerza. Y me atreví, alargué mi brazo y toqué su espalda. Me entró calor de súbito, y escuché una voz antigua que pedía perdón. Comprendí entonces ese sueño después de tantos años.