miércoles, 10 de noviembre de 2010

sol en noviembre


Está anocheciendo. Contemplo las nubes, diferentes tonalidades de gris sobre un azul leve del color de la ceniza, mientras escribo. El volumen de la música suaviza el silvido de la lavadora que se escucha como el de aquella vieja tetera que ponía al fuego para calentar el agua del té. El jazmín ha perdido el verdor del verano, lo veo tras el cristal de la ventana, y ahora se cimbrea con el viento. Las teclas, al sonar, parecen los cascos de un caballo. Siento la melancolía amarga del mi sempiterna afección hepática, a veces, nostálgia de los cardíacos, ayer mismo, lo recuerdo ahora, el desaliento de los afectos a las enfermedades respiratorias.

Este otoño me recuerda que empieza ahora el otoño de mi vida. Y lo escribo o-t-o-ñ-o, lo leo en voz alta, lo susurro, lo grito. Ya está en marcha la despedida de mi verano, aún me queda el veranillo ese que alegra el comienzo del otoño, pero ha llegado. Irremediablemente.

Tengo más de cuarenta años.


lunes, 6 de septiembre de 2010

el vertigo del tiempo


Dentro de poco habrán pasado seis meses desde que dejé mi puesto de director de marketing en la empresa en la que estuve los últimos diez años de mi vida. No es nada, muy poco tiempo, solo unos pocos meses en los que estoy aprendiendo a trabajar siendo yo mi propio jefe, sin horarios fijos, sin la ilusión de seguridad que da una nómina al mes en el banco.


Los días ya no significan lo mismo. Un lunes ya no se diferencia tanto de un domingo y una noche que se prolonga por una buena película en el sofá no supone un quebradero de cabeza al día siguiente. Mi tiempo me pertenece más que nunca y, al contrario de lo que pueda parecer, me hace sentir más responsable en qué es lo que lo empleo.


No ha sido fácil. Aún hoy, y supongo que por mucho más tiempo, me dedico a hacer y a hacer sintiendo el agobio de todo lo que me queda por hacer, busco con ansiedad en qué podría ser más eficaz o me acuso y castigo por perder el tiempo. Ahora las cuentas me las rindo a mí y puedo ser un jefe benévolo del mismo modo que un tirano explotador. Así es como van transcurriendo mis días, en esa polaridad que no es otra cosa que en aprender a ser responsable conmigo mismo, con mi trabajo, con mi estar en el mundo.


La responsabilidad es la habilidad para responder, para dar una respuesta. Y a todos estos cambios en mi vida respondo como puedo, con más o menos conciencia, con más o menos acierto. De modo que en sueños vuelvo a ser un estudiante de bachillerato que se queda atrás viendo como todos mis compañeros han terminado, o el universitario que ha olvidado un examen crucial para terminar su carrera, o el afanado trabajador que deja de cumplir una tarea importante.


Anoche soñé que por un descuido, perdía de vista a mi perro. Cuando lo vi, me entró gran alivio, pero momentáneo, porque él, de natural juguetón y curioso, desoyó mi llamada y se fue corriendo a saludar a un san bernardo de porcelana blanco y rosa que bebía de un canal al borde de un precipicio. Yo, consciente del peligro, corrí a por él, pero mi prisa, mis gritos y mi excitación consiguieron que Kun se excitara tanto que finalmente se cayó por el precipicio. Desperté dándome cuenta del alto precio que pago por vivir descuidado o en exceso excitado.

domingo, 29 de agosto de 2010

abrete de orejas


La vergüenza -turbación del ánimo ocasionada por alguna falta cometida, o por alguna acción deshonrosa y humillante, propia o ajena- es y ha sido una de mis compañeras de camino en la vida. También en otros momentos más sentida como un encogimiento o cortedad para expresar, pedir o llevar a cabo cualquier cosa.

Reconozco la vergüenza en la familia de mi madre y de ella nos ha llegado a mí y a mi hermanos, siendo los menos orgullosos de nosotros los que más la hemos padecido. Y es que la historia familiar de mi madre, sus hermanos, padres y abuelos, es abundante en casamientos de conveniencia, pequeños capitales perdidos por mala o inexistente gestión, abuso de alcohol en los varones y sobre todo por la competencia y la soledad que era el sello de la casa. No fue así en mi familia paterna que, mucho más humildes en todos los sentidos, siempre cerraron filas frente a los demás y formaron un núcleo familiar amoroso y protector donde en lugar de competir se apoyaban unos a otros.

Mi vergüenza es también parte de la herencia materna. Empero, ya pocos podrían decir que soy vergonzoso. Quizá en alguna ocasión me turbo un poco, llevando la mirada al suelo y sintiendo rubor en las mejillas. Poco a poco ha ido remitiendo al mismo tiempo y en la misma proporción en que he empezado a sentir el apoyo y respeto propio y el de los demás, pudiendo zafarme de muchos juicios míos e ignorando -con más o menos éxito- los juicios ajenos o, simplemente, dejando de pedir permiso a cualquiera para hacer o decir lo que quiero. Desde que estoy más conmigo estoy menos solo y siento menos vergüenza.

No en pocas ocasiones, el cine y las novelas me han mostrado cómo caracteres distinguidos por sus convicciones morales o cierta rigidez, así como personajes apocados o vergonzosos, en determinadas circunstancias, estando contra las cuerdas, se deshacen de su máscara y en un acopio de lucidez y de fuerza, llevan a cabo cualquier cosa que hubiese sido impensable en otro momento. O bien, sin pudor ni consideraciones de ningún tipo, son capaces de revelar un secreto guardado durante años, olvidando la vergüenza que le producía e incluso sintiendo cierto placer al hacerlo. Y es que cuando alguien toma su lugar, sin buscar más apoyos fuera que el que ya uno mismo se da desde dentro, el poder que se siente es muy placentero. Desaparece la sensación de soledad al entrar en contacto el personaje con su misma esencia. Uno se convierte en la mejor compañía de uno mismo.

A algunas personas esto les llega simplemente por la edad. Es cuando escuchas eso de “a mis años que más me da”. Con muchos años encima, seducir al otro o necesitar de su apoyo, puede dejar de ser importante. Ser lo que se es, sin más ropajes, ofrece una suerte de tranquilidad que en algunos momentos de la vida, en especial, cuando llega la hora de hacer cuentas, se hace más que necesario.

Así fue que, en estos días de verano que pasé en casa de mis padres, mi madre anciana, ya de madrugada, hablando de su pasado y del de su familia nos reveló, a mi hermana Ana y a mí, una serie de secretos familiares que nos sorprendieron sobremanera. Volví a escuchar muchas historias repetidas y, sin embargo absolutamente distintas, ya que aportó detalles nuevos que lo cambiaban todo dándome cuenta que su afición por dulcificar lo contado había desaparecido.

Tranquilamente sentada en su sillón de orejas nos dijo que ella no fue mujer hasta muy entrada la juventud y que se tenía por fea y tísica, de modo que, cuando mi padre la empezó a cortejar decidió ignorar la advertencia de su madre y su propio sentido común y aceptó casarse con él porque no la hubiese querido nadie que no fuera mi padre que, aún siendo con mucho el hombre más guapo y apuesto del pueblo, era un borracho conocido en la comarca.

jueves, 12 de agosto de 2010

control

El viento sopla fuerte y es fresco haciendo que esta noche de agosto madrileña sea realmente deliciosa. Se cuela entre las ventanas de mi casa y me acaricia el cuerpo desnudo. Todo está en silencio, solo interrumpido por el sonido plástico de las teclas al escribir y por la Von Otter cantando un aria de Lucio Silla. Afuera, un par de calles más allá de mi casa, imagino el bullicio de las fiestas vecinales. Aquí, refugiado, en soledad, me siento en paz.

Pienso que esto no era lo previsto. Estoy aquí, en este delicioso momento, sin que esto estuviera dentro de los planes y me llega con fuerza esa frase budista: "Lo que sucede, conviene". Mi pensamiento entonces trata de sacar conclusiones de cómo respondo a los obstáculos que se me cruzan en el camino trazado.

Las cosas suceden, sencillamente. No dejo de darme cuenta de que soy yo quien las llama problemas o las vivo como convenientes. Todo depende del plan que he trazado y de cómo y cuanto quiero ejercer un control sobre mi realidad, diciendo que experimento un problema cuando lo que encuentro es una dificultad que me impide conseguir algo.

viernes, 26 de marzo de 2010

con los pies en el cielo

No estoy seguro y estoy libre
Puede que no muy alto, pero solo
En el cielo, un planeta se divide en dos
En el cielo, un humita dice "se acabó"

lunes, 28 de diciembre de 2009

sinestesia

En estos días estoy tomando una decisión muy importante que cambiará, y mucho, mi vida. La novedad es que estoy mucho más tranquilo de lo que cabría esperar en mí. En verdad, es que estoy tranquilo. Solo hoy es cuando, prestando toda la atención que puedo a mis reacciones corporales –mi cuerpo, yo mismo, testigo tantas veces ignorado de lo que me sucede- siento que la piel se me eriza, que aprieto los dientes, que voy con mucha frecuencia al baño o que la emoción está muy viva.

En estos días han desaparecido por completo los sueños de peleas, de conflictos, de disputas, las voces altisonantes, las dificultades. Estoy teniendo sueños placenteros, agradables, emocionantes, alegres, jocosos. Y es una lástima que haya olvidado el sueño de anoche. Apenas recuerdo una imagen.

Me desperté con una sensación sinestésica. Percibía olores, música y voces, mi cuerpo se estremecía sintiendo mi piel acariciada…y recuerdo una sola imagen. En un momento de felicidad y de placer sublime yo miré hacia atrás y ví un campo precioso, todas las plantas y flores imaginables lo llenaban de color, de olores. El sol se ponía y las semillas de los dientes de león lo inundaban todo como polillas mágicas. En ese momento abandoné todo lo que estaba haciendo y dije: “esto es sublime, es el espectáculo más bello que nadie pueda ver jamás”.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

más allá de lo creíble

Ahora que mi móvil suena menos que nunca, que mi factura es más baja que nunca, que recibo menos contacto de mi familia y de mis amigos, que los contacto menos, ahora que todo eso sucede al tiempo, es cuando mi contacto es mejor, me nutre y, la paradoja...me siento más acompañado por mí mismo, y por quien quiere acompañarme.