jueves, 12 de agosto de 2010

control

El viento sopla fuerte y es fresco haciendo que esta noche de agosto madrileña sea realmente deliciosa. Se cuela entre las ventanas de mi casa y me acaricia el cuerpo desnudo. Todo está en silencio, solo interrumpido por el sonido plástico de las teclas al escribir y por la Von Otter cantando un aria de Lucio Silla. Afuera, un par de calles más allá de mi casa, imagino el bullicio de las fiestas vecinales. Aquí, refugiado, en soledad, me siento en paz.

Pienso que esto no era lo previsto. Estoy aquí, en este delicioso momento, sin que esto estuviera dentro de los planes y me llega con fuerza esa frase budista: "Lo que sucede, conviene". Mi pensamiento entonces trata de sacar conclusiones de cómo respondo a los obstáculos que se me cruzan en el camino trazado.

Las cosas suceden, sencillamente. No dejo de darme cuenta de que soy yo quien las llama problemas o las vivo como convenientes. Todo depende del plan que he trazado y de cómo y cuanto quiero ejercer un control sobre mi realidad, diciendo que experimento un problema cuando lo que encuentro es una dificultad que me impide conseguir algo.

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