miércoles, 4 de febrero de 2009

morgaños

Para subir las escaleras del doblao me enfrentaba contra la pared con las dos manos, me pegaba mucho a ella y sólo miraba los escalones. Casi todo de la otra pared había desaparecido después del quinto escalón y no podía soportar el vértigo.

Cuando me atrevía, siempre que subía solo, miraba un poco de reojo y veía el tractor JOHN DEER verde de mi tío José y aspiraba el olor del diesel y el aceite del motor.

El cobertizo ocupaba toda la planta de la casa, era inmenso y también estaba dividido en habitaciones, aunque era de techo bajo y abuhardillado en gran parte. Olía a uva moscatel y a cereales, a matarratas, y a madera carcomida. Había cajas y baúles por doquier, morgaños por todas partes y, al fondo, varías coronas de muerto que yo no podía soportar mirar. Entre ellas la de mi abuelo Francisco.

No hay comentarios: