jueves, 5 de febrero de 2009

la bestia dormida



He vuelto a soñar que cuido con ahínco y mucho amor a un niño. No es mi hijo, siempre es el hijo de otra persona, pero me hago cargo de él. Es un sueño recurrente.

Es un varón de dos años, muy simpático y hermoso. Su cabeza es grande en exceso, pero no le resta belleza. Siempre está de buen humor, feliz de recibir mis cuidados. A cambio me regala ternura, atención y unas sonrisas que enamoran.

Anoche resultó ser el hijo de mi jefa y mis atenciones y delicadezas hacia el hijo mejoraban mucho la relación con la madre. Sin embargo, fue anoche, por primera vez, que me di cuenta que era una responsabilidad gravosa la del cuidado del niño, que no siempre lo hacía con disfrute. También sentía un exceso de pre-ocupación, de control.

Apenas recuerdo detalles, pero me desperté con sentimientos ambivalentes acerca del sueño con el niño. Recordé en seguida que, durante mi infancia y adolescencia, cuidé de mis primos y sobrinos pequeños en infinidad de ocasiones. De hecho, me especialicé en proporcionarles unos cuidados tan delicados y responsables que en mi familia me gané esa misma reputación, de niño responsable y cuidador, de especial. De alguna manera he mantenido esa imagen desde entonces y no solo en mi familia.

Esa era mi forma de conseguir atención para mi persona, dar a otros lo que a mi no me daban y ganarme el cariño y respeto de los demás. Que si ellos pensaban que yo era bueno, en algo acallaba esa bestia interna que me recordaba constantemente lo malo e inadecuado que era.


(imagen de VIRETA)

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