viernes, 9 de enero de 2009

deslenguado

Mi primo Miguel me ha arrancado la lengua. Ha sido más preocupante que doloroso.


Sobretodo, me ha molestado que nadie le dijera nada. Me pareció que no estábamos sólos, que su madre estaba allí y lo vió y no hizo nada por ayudarme. No le recriminó nada.


Sin lengua me siento mutilado y sin la ayuda de nadie, desvalido. No puedo hacer nada por mí mismo.


Me he metido la lengua dentro de la boca en la esperanza de que se recomponga sola, que se vuelvan a unir los trozos. Caigo en la cuenta de que no hay sangre por ningún lado.


No me gusta mi primo Miguel. Es un niño enclenque y consentido, sin embargo quiero caerle bien. Es más una necesidad. Siento que estoy mejor con él y con sus padres que solo.


La lengua se ha regenerado sola y me siento más tranquilo y menos enfadado. Tengo la impresión de que ahora es mayor que antes, que ocupa demasiado espacio en mi boca. Quizá por eso estoy callado. Como un espectador de lo que sucede a mi alrededor.


Cuando suena el despertador me siento muy cansado. Me cuesta empezar el día. Eso me sucede a menudo, más de lo deseable. Es habitual que mis días empiecen con muy poca energía, o triste, o enfadado.


Cuento los años de colegio, que fueron muchos. Levantarme para ir a clase era como encaminarse al matadero.

No hay comentarios: