martes, 19 de febrero de 2008

como si

Al principio de este año 2008 tuve un sueño que escribí y guardé. No he sentido la necesidad de llevarlo al blog hasta hoy. Recuerdo que me inquietó mucho. Quién sabe por qué.

En mi sueño, estoy con Nieves y me siento incómodo. Me incomoda su compañía y siento que a ella también la mía. Hacemos como que sí, pero no. La conversación es forzada y me disgusta la situación.

Tenemos que marchar en dos coches. Ella sube con Jesús y Mila. En mi coche vamos Sara y yo. Hemos quedado en encontrarnos en Moncloa. Al llegar, Sara y yo, aparcamos en la puerta de un bar donde antes trabajó ella -según me contó- LA ESCONDIDA. En la espera sucenden cosas y hablamos de cómo nos sentimos. Es una conversación aparentemente amorosa y falsamente emocionante, sobre cosas no muy verdaderas.

Como Jesús tarda más de lo normal, decido llamarle al móvil y es cuando me entero de que no piensa acudir a nuestra cita. Ha cambiado de idea, de rumbo. No me resulta extraño hablar con él al móvil y, pese a la distancia, poder verlo de pie, muy erguido. En su mirada veo una trampa, que no está siendo sincero. Me armo de valor y le digo que siento que no me dice la verdad, que me oculta cosas deliberadamente. Y responde con una historia que es sólo una pequeña parte de su verdad y reflejo sólo de uno de sus movmientos auténticos: ha decidido no reunirse con nosotros para estar a solas con Mila, a quien pretende cortejar. No puedo ocultar mi malestar.

Sara y yo nos vamos a la Plaza de la Moncloa, una plaza rectangular con casas bajas de fachada de piedra que son de mi agrado. Allí estamos con una pareja que no conozco y Kun, mi perro, que aparece de repente. La curiosidad me puede y empiezo a dar enormes saltos para sobrevolar los tejados de las casas y ver sus plantas, cuando Sara se apresura a decirme que no son tan encantadoras como me parecen a mí, que son más bien pequeñas.

La chica de la pareja acurruca un tordo en su mano mientras grita que Kun tiene hambre y hay que darle de comer. De nuevo reparo en Kun, que es ahora visiblemente más pequeño y juguetón, cuando la chica se acerca al perro y le mete el tordo por la boca como si se tratase de una anaconda. Me quedo paralizado viendo a Kun engullendo al pájaro. Está tumbado sobre un costado, medio moribundo, llevando sus patitas a la tripa en un movimiento lento y agonizante. Yo no hago nada.

No hay comentarios: