miércoles, 7 de noviembre de 2007

gran hermano

El taller se impartía en los jardines de un castillo en ruinas que en otra época fue soberbio. Quedaban medio en pie dos torreones y apenas unos muros de inmensos bloques de piedra. Era de día, un día radiante que reverdecía aún más el color de la hierba fresca.

Carlota, MariU, Manu, todos estábamos trabajando con tesón en lo que Miguel nos proponía y para mí el disfrute era total. Me excedía en todo, al menos esa era mi sensación, poniendo afán en llamar la atención, en destacar, tanto que me llevaba a intensificar en demasía mi trabajo, aunque bien es verdad que nadie parecía advertirlo o ser molestado.

Uno de los trabajos consistía en ir en balsas de madera por el foso del castillo que estaba lleno de agua. En la balsa en la que yo navegaba, Carlota estaba asustada y, ni corto ni perezoso, para demostrarle que no había lugar para el miedo, la cogí por un brazo y la icé como a una bandera mientras me aseguraba, mirando con el rabillo del ojo, que todo el mundo me miraba.

Y aparecí en el Paseo de Cánovas de Cáceres, en un kiosco de prensa comprando el periódico cuando, para mi total asombro, vi en un paquete editorial, en el que se presentan los coleccionables, un libro escrito por mí. Estaba titulado “Mis vivencias en terapia” y se podía leer “3ª Edición, 50.000 ejemplares”.

Mi vanidad estaba de buen año pero sentí vergüenza de haber publicado algo tan íntimo. Además, sentía yo que con ese gesto estaba retando a Miguel, a quien yo le otorgaba el derecho a escribir en exclusiva.

4 comentarios:

Guilherme Friaça dijo...

que sueño maravilloso...y si que Miguel está presente, eh.

elnaveiras dijo...

jejeje, pásame uno de los 50.000 ejemplares, plis.

elnaveiras dijo...

por cierto, algún domingo que esté por Madrid podrías paasarte por el Bukowski Club y leernos algo de esto que escribe.
http://bukowskiclub.wordpress.com

José dijo...

pepe, pero qué es esto!
Cuándo estás por allí?
Mira, que este jueves igual y salgo por allí