jueves, 4 de octubre de 2007

botones

Ayer me tocaba sesión de terapia. Llegué exigente, reclamante, quejoso y rabioso. Me fui abierto, receptivo, seguro, tranquilo y muy cansado. Mi contacto fue con mis límites. Esa frontera que, a veces, quiero perder o que tú pierdas y que tanto daño me hace cuando sucede.

Pasee a Kun y llegué a casa cerca de las diez de la noche. Me preparé un sándwich y una copa de vino y sonó el teléfono. Era Juan

Hablé con el casi una hora y me sentí acogido, y muy sereno. Quizá no debí responderle cuando me preguntó por mi relación con mis hermanos. Eso es algo que juzgará –lamentablemente- por él mismo con el tiempo. Cuando me hacen ese tipo de preguntas siempre es para tener un juicio sobre mí.

Y soñé que estaba en casa de mi madre de nuevo. Y con una fiesta en el campo. No recuerdo cómo encajaban estas dos escenas aparentemente incompatibles, quizá porque la casa de mi madre, de nuevo, no tuviera límites.

Acontecieron muchas cosas, algunas muy extravagantes que no recuerdo, solo se que así lo sentía yo. Ví escaleras de piedra que subían sin fin y bajaban a lugares ignotos.

En unas cajas pequeñas sobre unas mesas podía ver botones de todos los tamaños y colores, con dos agujeros y con cuatro. También tizas redondas de colores. Me resultó gratificante ver que en muy poco tiempo pude ordenar y clasificar todos los botones de todas las cajas, y las tizas.

Con orgullo le enseñé mi trabajo a Miguel Ángel, que no se atrevía a mirarme a los ojos, escondiendo su envidia y su deseo de destrozar mi obra.

No hay comentarios: