lunes, 24 de septiembre de 2007

sálvame

He comprado otro detergente para lavadoras que hace que mi ropa huela como él. Y así he empezado este lunes, recordando que tuve un amor siendo muy niño, apenas trece años. Él era el chulito de la clase y yo el mariquita.

Aunque tenía sólo dos años más que yo era un hombrecito que apuntaba maneras de galán de barrio. Era muy atractivo y despilfarraba una energía que nunca se agotaba.

Yo estaba loco por encontrarme con él, siempre estaba preparado para un encuentro. A veces intentaba por todos los medios que eso sucediera, aún a sabiendas que mis esfuerzos serían en vano. Y era muy feliz cuando él era quien me buscaba, lo que sucedía con bastante frecuencia aunque tuviese la fantasía de que yo era quien estaba siempre disponible. Eso tenía su sentido, él no era homosexual y yo sí. Para él era un jugo placentero y fácil que, una vez pasado no tenía más importancia, para mí era mi amor y mi condena, ya que, al separarnos, me culpaba por todo y pedía a dios que me librase de ese tormento, que me enamorase de una mujer o que me mandase un mensaje y, mediante cualquier penitencia dolorosa, me volviese normal.

Nos besábamos y acariciábamos con mucha pasión y nos procurábamos mucho placer uno al otro. Él fue que me besó en la boca por primera vez y de quien escuché por primera vez un tequiero.

Un día que fui a buscarlo me dijo que se acabó, que tenía novia. Fue en su portal y fue mucho más delicado de lo que cabe esperar en un chico de su edad. Me abrazó y me besó. Caminé hacia mi casa cuando donde en realidad quería ir al infierno y acabar con todo. Él se había salvado y a mi sólo me quedaba seguir cargando con el castigo de que me gustasen los hombres. No me daba cuenta de que el daño peor no era ese sino que ya no me quería, que me habían abandonado.

He soñado muchas veces con él. Son sueños sexuales en los que siempre me estoy escondiendo, en los que siento que abuso o me siento abusado, donde apenas hay ternura y por supuesto no hay orgasmo.

4 comentarios:

Pedro Valdés dijo...

y ¿seguro que se salvó?

José dijo...

Ahora está casado por segunda vez, tiene hijos de los dos matrimonios y es camarero de una brasería de mi primo. No nos saludamos.

He coincidido alguna vez y no me mira, siente vergüenza.

No creo que fuese homosexual, no, no lo creo.

Está feísimo, es triste, creo que le da a la botella y es muy obeso

Ababol dijo...

la historia es conmovedora...

y el desenlace que cuentas aquí arriba, tan como la vida misma...

un beso

Pedro Valdés dijo...

No me refería a si se "salvó" de lo de ser homosexual, sino a si se salvo (que e no) en la vida.