lunes, 17 de septiembre de 2007

adults only

Ayer no me di cuenta que empezaba este blog el mismo día en que llegué a Madrid hace veintiún años. He pasado más años aquí que en Mérida y reconozco esta ciudad como mi casa.

Alguna vez fantaseo con irme de aquí, y siempre es a Londres con Manolo. O de mayor volver al terruño, y nunca es a Mérida sino a una pequeña casa en un encinar en Extremadura.

Las fantasías no son más que eso; pero éstas, en concreto, me sirven para darme cuenta de que si quiero, puedo. Para recordarme que hay otras alternativas en mi vida que lo que estoy haciendo.

Hace veintiún años, una noche de verano en una casa de campo que tenían mis padres, hablé con mi madre y le dije que quería ir a Madrid a estudiar. No hubo ninguna objeción, por el contrario, recibí su apoyo incondicional. Y tanto que era así, yo tenía dieciséis años y apenas sabía lo que hacía, mi madre sin embargo sí sabía. Era ella la que se plantaba en Madrid a estudiar. A mi madre le ha costado saber que ella y yo no somos la misma cosa, a mí también.

Con el tiempo y no sin algún disgusto, nos hemos situado en otro lugar. Ahora somos dos adultos. Yo tengo mi vida y ella la suya (y la de mi padre).

3 comentarios:

Guilherme Friaça dijo...

casí me muero el día, hace poco, en que me di cuenta de que todo son posibilidades. y de que es suficiente querer para poder...

Ababol dijo...

Qué causalidad

me parece más sugerente lo de la casita en el encinar extremeño, claro que una es muy rupestre,

y tu sueño con aquel Francisco, me gusta que nos cuentes tus sueños

y tu nueva casita

Pedro Valdés dijo...

la de dejarte machar fue una decisión acertada. De los dos.