jueves, 21 de mayo de 2009

siesta


Me mira a la cara mientras me dice qué debo hacer con la respiración: por la nariz, por la boca, que la contenga, que sea profunda…sé que me ha visto unas pequeñas manchas rojas en los párpados que, de cuando en cuando, me salen. No dice nada, yo no digo nada.

Vuelve a su mesa, mientras yo sigo tumbado en la camilla. Hace calor, apenas funciona el aire acondicionado. Y caigo, de repente, en un sueño profundo de cinco minutos.

Me despierta ella desde su mesa al hablar. Me ha llamado “cielo”. Desconfío de esos cielos y amores que la gente que usa para endulzar sin engordar.

La miro y veo que se ha puesto una mascarilla blanca en la boca. Parece una Dar Weider de mercadillo.
¿No te han salido recientemente unas manchitas rojas en los párpados? –me pregunta.

Sí, hace tiempo. Salen y desparecen y vuelven a salir – le respondo.

¿Y cómo no me lo has dicho antes que lo tengo que adivinar yo? –me espeta fingiendo un enfado de 2 en la escala Ritcher.

Cada vez te pareces más a mi madre –pienso.

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