sábado, 30 de mayo de 2009

voyager


Es tarde y estoy cansado, mi perro también. Ahora que escribo se levanta de donde está, se viene a mi lado y deja caer su cuerpo junto a mis pies. Quizá le guste mi olor a mejorana. A mi me gusta, y aprecio el contacto de su pata con la mía.


Sé lo qué es un benefactor, hoy lo he sabido. Quizá por eso escribo a pesar del cansancio, porque os lo quiero contar -es la primera vez que me dirijo a vosotros, lectores-. Marte ha llegado hoy a mi casa sexta y así ha sido que mi benefactor no ha querido, sin saberlo, retrasar nuestra conversación sobre mi nuevo rumbo en el trabajo. No ha querido que sea mañana. Marte y él están compinchados.


Contemplando las nubes que caían encima de Francia, pensé en lo mucho que me apetecía, tras mi regreso a casa, salir al campo, fuera de Madrid. Son tantas las veces que se cumplen los deseos, que no me doy ni cuenta. Dicho así, casi me asusta.


Ha sido un día maravilloso y me voy a la cama feliz. Anoche estuve muy preocupado por mi amiga. Su marido la dejó por una jabalí blanca. Aznar era el padre de Jesús y Manolo se cayó al descolgarse una percha que servía de peldaño para llegar a casa de André. Pienso que quizá no venga a Annecy por eso, quiero decir que eso es lo que adelanto. A ver qué adelanto esta noche.


Hasta mañana.

sábado, 23 de mayo de 2009

abrazo


Absolutamente todas, hasta las pequeñas heridas, quieren ser curadas.

jueves, 21 de mayo de 2009

siesta


Me mira a la cara mientras me dice qué debo hacer con la respiración: por la nariz, por la boca, que la contenga, que sea profunda…sé que me ha visto unas pequeñas manchas rojas en los párpados que, de cuando en cuando, me salen. No dice nada, yo no digo nada.

Vuelve a su mesa, mientras yo sigo tumbado en la camilla. Hace calor, apenas funciona el aire acondicionado. Y caigo, de repente, en un sueño profundo de cinco minutos.

Me despierta ella desde su mesa al hablar. Me ha llamado “cielo”. Desconfío de esos cielos y amores que la gente que usa para endulzar sin engordar.

La miro y veo que se ha puesto una mascarilla blanca en la boca. Parece una Dar Weider de mercadillo.
¿No te han salido recientemente unas manchitas rojas en los párpados? –me pregunta.

Sí, hace tiempo. Salen y desparecen y vuelven a salir – le respondo.

¿Y cómo no me lo has dicho antes que lo tengo que adivinar yo? –me espeta fingiendo un enfado de 2 en la escala Ritcher.

Cada vez te pareces más a mi madre –pienso.