Es tarde y estoy cansado, mi perro también. Ahora que escribo se levanta de donde está, se viene a mi lado y deja caer su cuerpo junto a mis pies. Quizá le guste mi olor a mejorana. A mi me gusta, y aprecio el contacto de su pata con la mía.
Sé lo qué es un benefactor, hoy lo he sabido. Quizá por eso escribo a pesar del cansancio, porque os lo quiero contar -es la primera vez que me dirijo a vosotros, lectores-. Marte ha llegado hoy a mi casa sexta y así ha sido que mi benefactor no ha querido, sin saberlo, retrasar nuestra conversación sobre mi nuevo rumbo en el trabajo. No ha querido que sea mañana. Marte y él están compinchados.
Contemplando las nubes que caían encima de Francia, pensé en lo mucho que me apetecía, tras mi regreso a casa, salir al campo, fuera de Madrid. Son tantas las veces que se cumplen los deseos, que no me doy ni cuenta. Dicho así, casi me asusta.
Ha sido un día maravilloso y me voy a la cama feliz. Anoche estuve muy preocupado por mi amiga. Su marido la dejó por una jabalí blanca. Aznar era el padre de Jesús y Manolo se cayó al descolgarse una percha que servía de peldaño para llegar a casa de André. Pienso que quizá no venga a Annecy por eso, quiero decir que eso es lo que adelanto. A ver qué adelanto esta noche.
Hasta mañana.